La modernidad, el proceso de industrialización, hicieron que lentamente los pueblos, y en el caso particular las ciudades, se desconectaran de sus ríos, de sus cuerpos de agua. Ellos terminaron siendo contaminados, relegados, olvidados. Les dieron la espalda.
En los últimos años y ante el inocultable deterioro ambiental, varias metrópolis han puesto de nuevo la mirada en sus ríos como ejes integradores de desarrollo, para ser más resilientes y sostenibles.
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