La gran ciudad de Tenochtitlan (la capital azteca) se fundó sobre el agua rodeada por una extensa área lacustre. En ese tiempo el agua potable provenía de numerosos ríos, lagos y manantiales, como los de Chapultepec, Santa Fe, el Desierto de los Leones y Xochimilco.
A partir del siglo XX, estas abundantes fuentes de agua fueron reducidas a abastecimiento y sustituidas por pozos profundos, desaprovechando gran parte del agua limpia de esos ríos, lagos y manantiales, perdiendo los ecosistemas vivos.
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